A principios de noviembre realicé una escapada familiar-express al Valle de Arán, llegábamos un poco tarde a la explosión cromática pero aún había color residual en sus laderas. Para el atardecer del sábado teníamos organizada la ascensión al Estany de Sant Maurici, parece mucho, pero en realidad es una hora y cuarto de subida sin mucha pendiente, salvo la parte final.
Para acceder al parque hay que llegar a Espot y desde ahí el acceso al parking del prado de Pierró es muy sencillo. Tras dejar el coche cargué..."cargamos"(que si no alguien se me enfada) con el equipo, paraguas incluido y comenzamos la caminatilla. La primera parte del recorrido es muy sencilla a través de un camino de madera bordeando el río, después se cruza y tras ascender por una serie de rústicos escalones caminamos por una esplanada hasta introducirnos en el bosque. Cada cierto tiempo encontraremos paneles informativos sobre las distintas clases de árboles que pueblan ésa zona, destacando el pino negro, especie resistente a condiciones extremas y de ahí su supervivencia en cotas altas. Los últimos repechos del recorrido cogen pendiente pero nada que con una bajada de ritmo no se pueda sobrellevar.
En nuestro caso fue una subida razonablemente rápida, ya que eran las 16:15h. y para las 18:00h. el sol desaparecía. Nubes bajas se oteaban en las cimas, cosa que me agradó al presuponer que hubiera niebla con la que jugar en los reflejos. Durante el camino nos cruzamos con mucha gente que bajaba y me miraba con cara de "adonde va éste", en ése momento no le dí mayor importancia pero tuve un flashback cuando llegamos arriba, y es que ¡NO SE VEÍA A TRES METROS!. Mi mujer que como es normal llevaba un ritmo algo inferior al mío, aún no había llegado y fue entonces cuando un segundo flashback me sobrevino recordando mis antiguas palabras...¡VAMOS CARIÑO QUE EL SOL NO ESPERA!. Mi siguiente pensamiento fue...la que me va a caer, yo metiéndole prisa para llegar y no ver nada.
Comencé jugando con las rocas de la orilla buscando algún encuadre decente pero era tan minimalista que no me convencía. La luz continuaba atenuándose y algún mínimo claro se abría en el horizonte, sin embargo nada conseguí que mereciera la pena, nada, hasta que alguien o algo me regaló un momento mágico, un instante de ésos que no se olvidan, de ésos que por su grandeza te dejan unos segundos en parada cardiorespiratoria, sin habla y atenazado por completo. De no verse nada comenzó a abrirse el cielo, y un inmenso pico granítico asomó en lo alto. No lograba comprender cómo podía haber estado ahí escondido . Las nubes comenzaron a disiparse a la par que comenzaba a chispear y la luz era muy escasa ya. Creo que fue ésa fina lluvia la que me refrescó y me hizo recobrar el sentido de por qué estaba allí. Salí corriendo buscando un ángulo de visión más amplio que me permitiera limpiar el encuadre y a pesar de todo mi 17-50 se quedaba escaso de amplitud, no había tiempo de andar cambiando de objetivo, la luz huía, así que encuadré cómo pude y disparé. El primer plano no me convencía y opté por jugar con la focal pero me cerraba más de la cuenta así que pensé, en el procesado recorto y a ver... finalmente os muestro lo qué salió, una imagen nada comparable a la magnitud del momento y sólo me queda agradecer a "quien" o a "lo que" haya hecho posible ése milagro.
Diafragma:F/8
Velocidad de obturación:2,5s
Modo de exposición:Manual
Medición: Puntual
Sensibilidad ISO:ISO 100
Sólo dar las gracias a la fotografía por hacerme vivir experiencias como ésta. Evidentemente tras ésta maravilla y la aparición de una familia de cérvidos con sus tres crías tras suponer que no habría humano cerca hicieron que a mi mujer se le olvidara el enfado. La bajada...de noche y tirando de app iLinterna, pero eso ya es otro cantar...